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Sobre el arte de hacer novelas en el siglo XXI: meditaciones en torno a Seda Araña de Antolina Ortiz

Ángel Mota Berriozábal

En 1988 ediciones Garzanti, en Milán, editó el libro Lezioni Americane del autor Ítalo Calvino. El libro concibe las nociones sobre lo que la literatura de nuestro milenio puede ser. Seis propuestas que el italiano escribió para una serie de conferencias en la Universidad de Harvard, con motivo de las prestigiosas lecturas Charles Eliot Norton. Se trata de una obra póstuma, siendo que Calvino falleció poco antes de ofrecer las lecturas. En ellas podemos leer un libro que previó, con sumo cuidado y exactitud, lo que sería nuestra literatura y sobre todo el modo en que la literatura, de nuestro siglo XXI, puede hacer frente a las vicisitudes y realidades con las que se enfrenta y vive.

Es así como, en nuestro milenio, justo antes de la pandemia del Covid-19, leí una novela corta de nombre: Seda Araña, de la autora mexicana-canadiense Antolina Ortiz. Lo primero que me llamó la atención fue el nombre “Seda” como título de novela, ya que inmediatamente me remitió a la novela corta de Alessandro Baricco “Seta”. Descubrí, de hecho, que la obra estaba dedicada al autor italiano y, como me lo confirmó Antolina después en una conversación que tuvimos en el pintoresco café Vasco da Gamma, en el centro de Montreal, su novela la escribió luego de leer a Baricco. Aún más, Antolina me comentó en una de varias conversaciones que hemos tenido en torno a su libro, que Seda Araña nace bajo la gran impresión que le causó Seta. Me explicó que “le encantó lo conciso de la novela, la brevedad y profundidad de esta, así como todo el tema en torno a la seda. En específico, el aspecto histórico y científico. Las reflexiones de Antolina, la relación con la obra de Baricco y sobre todo la lectura de su propia novela, me llevaron entonces a las Lezioni Americane.

No es ningún misterio que Ítalo Calvino, maestro literario de la generación de oro de la literatura italiana, junto con Elsa Morante, Pier Paolo Pasolini o Alberto Moravia, entre otros, tuvo una gran influencia en los escritores de generaciones futuras, entre ellos en Baricco. De hecho, Alessandro Baricco, junto con otros autores italianos como Antonio Tabbuchi o Maurizio Mauggiani, se constituyen como la generación que sigue en importancia a la de Calvino. Otra generación de oro. Con esto infiero que Baricco retoma, desde su propia originalidad y estilo, nociones literarias de sus antecesores. Siendo así, al inspirarse de la estética, tema y forma literaria de Baricco, Antolina lo hace indirectamente de Ítalo Calvino. Un tipo de palimpsesto involuntario. Con lo cual observo que Antolina, dentro de Seda Araña, escribió un libro en donde podemos leer casi como espejo Le lezioni americane. Sei proposte per il prossimo milenio. Es decir, su obra de ficción muestra, de una manera muy hábil lo que Calvino, en los años 80 del siglo pasado, concibió como lo que podría ser la novela de nuestro milenio. Antolina nunca ha leído Las lecciones americanas, por lo que su novela no es una obra que obedece a un dictado escolar, sino a una meditación profunda, a reflexiones que coinciden con lo que Calvino pensó en su tiempo y espacio, con algo del estilo de Baricco.

Seda Araña es el relato de Elsa. Una adolescente a la que se le obliga a elaborar tejidos con la seda hecha de la tela de las viudas negras: “una cosechadora de seda araña”. Elsa es así enviada a vivir a un faro, en Holanda, durante la invasión y ocupación de la Alemania Nazi, junto con un tal Luuk. De esta manera, la novela transcurre en tres espacios principales: el físico, esto es; el faro donde Elsa teje y vive la guerra, el mental, como son las evocaciones por ella del pasado y los sitios imaginados en el encierro, y el tercero son las cartas que escribe. Se trata así de una novela contada desde el aislamiento por medio del monólogo y el sistema epistolar. Lo que Antolina vincula con el proceso mismo de escritura en Canadá. Sí, la autora redacta en español y difunde su obra hacia México desde el país de acogida, bajo el dominio del francés y el inglés, de otro modo de vivir, y escribe bajo la necesidad de vivir en Montreal como refugio de la violencia vivida en su país de origen.

A este respecto, en una conversación telefónica que tuvimos me comentó que vivir la violencia en México es equiparable a vivir la violencia en una guerra, como la que describe en su libro, el aislamiento de Elsa en un faro es como ella siente muchas veces vivir en Canadá. De hecho, en la portada de su libro vemos la pintura de un faro. El cual, según lo que me respondió en una entrevista virtual para la librería el Sótano, en México, es un faro de las islas marítimas de Canadá del que se inspiró su hija para pintar lo que a la postre se volvió la portada de la novela.

Sobre la anécdota, la narración en primera persona nos cuenta la infancia de Elsa con la abuela y sobre todo cómo trabaja con seda de las arañas, así como su vida angustiante dentro del faro. Además, se nos narra las características de las viudas negras, la importancia de la seda que producen y cómo se ha empleado a través de la historia. A la serie de preguntas que le hice para el Sótano, Antolina me comentó que para redactar su novela se basó en datos científicos muy precisos. Por ejemplo, narra cómo empleando la tela araña se puede producir ropa, chalecos antibalas, hilos para paracaídas, siendo que la seda de araña es más resistente que el acero. Su novela se basa entonces en datos científicos e históricos muy rigurosos. Contó que, de hecho, durante la segunda guerra mundial y en Holanda, se dio este proyecto de trabajar con la seda de las viudas negras. Por lo que la obra de Antonlia se inscribe, por principio de cuentas, en una de las seis propuestas de Calvino.  Esta es, la de la Esatezza. Algo que el italiano explicó como “una obra bien definida y calculada, con imágenes nítidas, incisivas y memorables con un lenguaje muy preciso.” (Lezione Americane, Sei proposte per il prossimo millenio, Oscar Mondadori, 1993, pág.65) Todo lo cual concuerda con el estilo de la novela y el objetivo que se ha dado la autora de buscar en la ciencia, en la exactitud, conciso de la palabra y la frase el modo de hacer novelas. Leemos de este modo:

“Con la Nephila era distinto. Su seda era tan delgada que tenía primero que ser hilvanada junto a otras fibras: torciéndolas juntas para crear el espesor adecuado. El olor de la seda se pegaba a mis dedos. (59)”

“La seda de las arañas es un líquido que, al entrar en contacto con el aire, cobra la consistencia de un filamento. (82)”

La minuciosidad con la que se describe el trato a la seda, la descripción con paciencia del método y la precisión científica, y no lo general, develan el arte de la exactitud de la información, la limpieza narrativa y lo preciso de las palabras. Todo lo cual nos demuestra la necesidad de la autora de buscar la precisión y por lo mismo la de extraer ese líquido de información de todo el componente informativo con el que somos invadidos por el mundo digital y televisivo en nuestro mundo actual. Con ese líquido de la seda, Antolina confecciona el filamento de su novela. Es decir, la descripción de la confección de la seda para crear un objeto, dentro de la novela, es el reflejo del proceso de escritura del libro. Un espejo en donde la narradora conversa con la escritora y viceversa. Aún más, donde la trama de la novela devela el proceso mismo de escritura de la autora y sus deseos de hacer de las letras un objeto que resista, como la seda araña, al acoso exterior, a la violencia en México y a otros elementos antagónicos en el mundo.

“La fibra de araña se fue haciendo más resistente: una proteína compleja que absorbía el caos y el mundo, sin romperse” (51).

Con ello, y como leemos en la cita, Antolina se acerca a otra noción de Calvino y esta es la de la: Legerezza. La legerezza para el italiano es el arte de narrar un drama, la complejidad de nuestros mundos contemporáneos o incluso la muerte, bajo la ligereza de las imágenes escogidas para contar la historia, “Souplesse” del lenguaje y el modo de abordar el tema. Como ejemplo, Calvino nos recuerda el mito de Perseo en donde, gracias a lo ligero del vuelo del Pegaso, el héroe puede volar y hacer piedra por medio de la cabeza de la medusa al Kraken. La sangre misma de la Gorgona, ligera, se vuelve el caballo alado.

De la misma forma, Antolina, por medio de la historia de Elsa, quien trabaja día y noche con la seda, le quita con la imagen de lo ligero de la tela la pesadez narrativa al horror de la segunda guerra mundial, al “caos y al mundo.” Al mismo tiempo, para lograr la ligereza, como en el caso de la historia de Perseo y la Medusa, la historia de Elsa nos remite al mito: la jovencita encerrada en una torre como Rapunzel, como la jovencita que vive, oye a las viudas negras y se convierte en una. Como Aracne, quien, según Ovidio en sus metamorfosis, Libro VI, 21-159, siendo una gran tejedora de tapices se consideró la mejor en su arte incluso mejor que Minerva, por lo que la diosa, airada, convertida en anciana, la desafió a un duelo para ver quien hacía la imagen más hermosa. Aracne creó las imágenes de las vejaciones cometidas por los dioses contra los mortales, como el robo y violación de Europa cometido por Júpiter. Minerva tejió la imagen de los dioses Marte, Júpiter y Neptuno y su poder sobre la tierra, así como el castigo a todos aquellos que se han medido o insultado a las deidades (76-105). Al ver que efectivamente la imagen tejida por Aracne era más bella que la suya, y sobre todo al notar la acusación a los dioses con el tejido, la diosa de la sabiduría y las artes convirtió a Aracne en araña, origen del insecto que conocemos. De esta suerte, Elsa es Aracne condenada a tejer objetos por la Alemania nazi y Antolina, como espejo de su personaje, tejerá de por vida novelas, al haber vivido la violencia y sigue viéndola desde lejos. El mito remplaza a la historia oficial como modo de contar el pasado o las memorias del pasado. De esta forma, el peso del caos de la guerra es sostenido por la ligereza de la mitología en la vida de Elsa, de las arañas y de sus funciones. En este sentido, todo el fardo de la historia, de las masacres, de Auschwitz, de los bombardeos, de lo incontrolable, es sostenido por la imagen científica y fantástica de la tela de las viudas negras. La seda araña es manufacturada precisamente como resistencia a la violencia, como chaleco antibalas, como hilo para salvar a los paracaidistas y como ropa.

“Experimentamos con seda de Nephila y otras fibras naturales plásticas, como el nailon, que entonces era una novedad y también era resistente a la humedad. Buscamos la mayor ligereza para garantizar un descenso estable a los paracaidistas” (84)

“Las telarañas de la Nephila son cinco veces más resistentes que el acero.”  (64)

Mas, como toda tela de araña, en su ligereza, puede ser a la vez sitio de muerte, de espera a la violencia de la muerte, la seda araña puede ser y es la violencia misma.

“La maraña de cuerdas de su paracaídas fue una telaraña. Se torció. La tela lo cubrió. Lo seguí observando. El paracaídas se sumió con él en el océano.” (97)

“Lo vi flotar completamente relajado desde los binoculares. Vi como las balas los perforaron. Creo que no sintió la muerte tan de prisa que llegó.” (98)

Observamos en estas citas que los disparos, muerte y desaparición en el mar del soldado, son representados con lo ligero del vuelo, de los hechos vistos desde la distancia, es decir por la mediación de los binoculares, lo ligero del aire que hace descender despacio al militar, lo ligero del agua que porta el cadáver. En este sentido, la ligereza es tanto la mediación para observar la violencia, como la manera de describir el asesinato y luego la suerte del cuerpo. Lo que nos remite al hecho de que, en nuestro milenio, podemos ver una guerra en vivo, por medio de la televisión, las redes sociales o noticieros en el Web. Nunca como ahora tenemos la capacidad de ver la muerte de alguien, su asesinato en vivo o en retrospectiva por medio de las cámaras de uso común o de los teléfonos móviles. Medios que ya no son propiedad o de uso exclusivo de un medio de comunicación oficial de algún gobierno o de una compañía de difusión privada. Ver la muerte a través de los binoculares es como verla desde un IPhone, desde la seguridad del encierro, de nuestro faro. Nos volvemos testigos de la historia desde el aislamiento. Con ello la seda araña es un modo narrativo que evidencia el proceso y modalidad subjetiva y personal de concebir la historia, aunado al hecho de que la historia se lee y se observa, ahora, en una era digital.

“La telaraña que tejieron los alemanes se hilvanó ese otoño como un error en el tiempo (…)” Nos atrajo el rocío de su tela, como joyas, como algo imposible, pero deseado. Un orden que pudiera acabar con el caos y que pudiera dar sentido a todo: una formación de moléculas, una armonía de voces.” (65)

Como leemos en la cita, la telaraña es una metonimia que aligera y sintetiza. La tela encierra toda la filosofía de la razón en la historia, según Hegel, las promesas de un futuro redentor, que necesitaba de actos y hechos para realizarse, tal y como lo ofreció Hitler. Discursos y actos que dieron cabida a que el tercer Reich llegara al poder y más aún que legitimara todas las atrocidades que cometió. Vemos así que la narradora en primera persona emplea no sólo la metonomia como una función de ligereza y ahorro narrativo que da rapidez al discurso, como la necesidad de ir rápido y sintético en la era Facebook, sino, aún más importante, refleja la subjetividad en la concepción de la historia.

En este sentido, como lo menciona Sören Kierkegaard en Postcriptum aux miettes philosophiques, la objetividad en la historia, la que pensó Hegel, con la cual se afirma una razón en la historia con un fin determinado, es un sistema sin ética que busca un fin por todos los medios. La subjetividad es la manera de ver esa historia como algo en devenir constante, afirma el filósofo danés, es decir, que se hace y deshace constantemente, fruto de la subjetividad de quienes escriben o piensan la historia. La historia no es algo fijo ni determinado que va a alguna parte y a un fin, es algo que concebimos y esa concepción cambia con el tiempo, es decir no existe el fin determinado, porque la historia se entiende, se piensa y se escribe desde la subjetividad y el contexto de quien la concibe, además de que la historia es infinita. Por ello, la imagen de la seda para entender la historia es tan relevante. La tela de araña no es buena o mala, no es sólo vida o muerte, es las dos cosas, como la historia, dependiendo del uso que le demos. Y esa historia, como la seda, la podemos hacer y volver hacer cada vez que se deshace, la podemos emplear para nuestro uso y beneficio, como defensa y arma de ataque. Kierkegaard escribe:

Le savoir historique est une illusion de sens. Rien d’historique ne peut devenir absolument certain ( Gallimard, París, 1990, 81).

La idea de la historia y el modo cómo se concibe es fruto del pensamiento de un cierto período del tiempo, de una época y filosofía en boga, por lo cual el concepto de historia surge de un pensamiento subjetivo, el cual cambia de perspectiva con el tiempo, con los siglos, las épocas. La historia no es, nos enseñan cómo es y cómo entenderla en un cierto tiempo. Vemos así en la novela que la narradora asemeja y vincula esa subjetividad a las moléculas y a los átomos. Con ello, el monólogo de Elsa muestra una noción de historia de nuestro milenio: la fractura de la historia, el que cada ser, como átomo y molécula autónomo mas dentro de un cuerpo, crea la historia o lee una versión diferente de la historia en las redes sociales, en Facebook o Youtube. No se ve certidumbre en el futuro. Nosotros tejemos la historia al infinito, de mil modos distintos, como infinitos son los átomos y las moléculas, esperando salvarnos en el tiempo con la tela que tejemos y no ser víctimas de la misma, como Penélope tejía un barco para eludir el matrimonio con sus detractores y en espera de Ulises. Antolina no espera a nadie, pero sí teje historias para conservar la vida, luego del trauma vivido en México.

Lo hace con rapidez, como rápidas son las arañas cuando tejen. Por rapidez infiero lo corto de las frases, lo corto de los capítulos, párrafos, como la novela misma. Antolina evita las didascalias, las grandes descripciones, la narrativa totalitaria. Así, su novela refleja otro postulado de Calvino para la novela de nuestro milenio, precisamente el de la rapidez. Una rapidez necesaria en nuestro mundo del software, de la rapidez de la información, del modo de comunicar, de los medios de transporte mismos. La literatura se adapta a la tecnología y al modo de vivir de nuestras sociedades. En una conversación por teléfono me comentó precisamente que: “escribo con un lenguaje depurado, de la escuela de Juan Rulfo, con la frase exacta, precisa y al punto.”

“Algunos insectos intentaron escapar. Algunos se dejaron matar sin resistencia. La trampa era perfecta. Los observé con ganas de huir de aquel lugar, pero sin poder dejar de ver las telarañas. La resistencia fue inútil. Aún así siguieron peleando” (146)

En el encierro, con el trabajo constante en el tejemaneje de la seda, Elsa acaba por oír a las arañas, conversar con ellas y convertirse en una, como Gregorio se volvió insecto en la metamorfosis de Kafka. Se da así lo que Gilles Deleuze en su libro Kafka pour une littérature mineure (Flammarion 1975) denomina como: “devenir animal”, “une ligne de fuite.” (63) Esto es, volverse animal, como huida de una situación adversa, en este caso la segunda guerra mundial. Se trata de una metamorfosis en donde el ser humano territorializa el espacio del animal para encontrar medios de salida, de sobrevivencia, “des moyens de fuite auxquels l’homme n’aurait jamais pensé” (64). Volverse araña es poder esconderse de los bombardeos en un resquicio del faro, poder vivir en la oscuridad, poder observar con muchos ojos el mundo circunvecino como modo de prevenir el peligro. Volverse araña es tejer historias, hacer un nido en el faro. Como en el caso de Antolina hace un nido en el faro de Montreal. La metamorfosis es una huida y una manera de ir más allá de los límites corporales. Es así como, nos dice Deleuze, se da una desterritorialización del ser humano para territorializar el reino animal, hacerlo suyo, como modo de entender de otra manera el mundo y a nosotros mismos. Asistimos a la escritura de lo mágico y lo onírico. A mi pregunta de si su novela se inscribía en la temática del realismo mágico de América Latina, Antolina me contestó que no. De hecho, para la autora:

“A veces los límites entre la cordura y la locura no me son tan evidentes. La imaginación es ese espacio entre la una y la otra. Yo idolatro ese espacio de imaginación que me parece mágico y subvaluado por nuestra sociedad. La imaginación, lo onírico, son espacios “válidos” donde podemos indagar en la locura sin perdernos en ella.”

De este modo, el elemento mágico en Seda Araña lo podemos vincular a lo que Ítalo Calvino denominó en su quinta propuesta como: la visibilitá, esto es, el hacer visible la imaginación a través de lo fantástico. Se trata de hacer visual lo imaginado. El italiano lo explica de este modo:

“L’osservazione diretta del mondo reale, la trasfigurazione fantasmatica e onirica, il mondo figurativo trasmesso dalla cultura ai suoi vari nivelli, e un processo d’astrazione, condensazione e interiorizzazione dell’esperienza sensibile, d’importanza decisiva tanto nella visualizzazione quanto nella verbalizzazione del pensiero” (106)

Por lo que, para este milenio, el nivel onírico, lo fantástico, como lo dice Antolina, es una representación de la imaginación y sueño que nace de ella misma, en esa frontera entre la locura y la razón, como medio necesario, precisamente frente al miedo que vivió en México y más que nada para narrar su sensibilidad. La imaginación y lo fantástico es el medio de sobrepasar los hechos adversos y fatales. Como hizo Cervantes en don Quijote, o Kafka en todos sus libros.  Volverse animal, los sueños de su personaje son su salvación, la línea que no puede ser alcanzada, la seda que se teje en múltiples direcciones y cuando se deshace se puede volver a tejer. Antolina como Elsa se puede volver viuda negra pero no permanece como tal, es un devenir transitorio, por lo que puede tomar otras formas, y de esa manera no puede ser atrapada, usado en un laboratorio, pero sí se protege:

“Tejes como nosotras”, dijeron las arañas, “pero no eres una de nosotras. El vestido de envuelve en nuestra tela (…) (172).

“Las balas no traspasaron la seda araña. Caí de rodillas junto a la prenda. Las balas no la habían penetrado.” 173.  

La imaginación desde lo onírico, al margen de la locura, es un medio de partir desde la subjetividad del ser. Lo onírico es el poder que se da a la imaginación en el mundo del mercado liberal, la locura y la creación son el medio de salvación de nuestra sicosis, lo cual nace desde la sensibilidad de la autora. Modo de resistencia pacífica, modo de mostrar otra experiencia, nueva, que no pueda ser metida en un frasco, más bien nos atrapa en su telaraña: la del poder de la imaginación. Una imaginación que se expresa en una multiplicidad de modos, sexta propuesta de Calvino, por medio del texto científico, la narración de la historia, el monólogo, la locura. Tácticas narrativas con las que el libro intenta contar el mundo, sin la arbitrariedad de un solo discurso, modo que se acopla a la variedad y fragmentación de discursos que vivimos ahora, provenientes de diversos tipos de pensamiento y no ya de una sola ideología, filosofía o utopía política. La imaginación es lo que da coherencia al caos mundo, la que ordena el caos, lo teje y le da la forma que desea, lo vuelve su salvación y su defensa, se lo apropia, territorializa el caos, con lo mágico y lo sintético, la ciencia y la rapidez, la multiplicidad de modos de imaginar, tal como pensó Calvino podría ser la novela en nuestro Milenio.

 

Heureux qui comme Ulysse

Au coeur de la pandémie un ami poète nous envoie son chant.

 

Heureux qui comme Ulysse est rentré de voyage

sans répandre la peste autour de sa maison.

Heureux qui s’en revient d’Asie et ne propage

aucun virus, même au plus fort de la saison…

Heureux le croisiériste échappant au naufrage

sans subir des punaises les démangeaisons.

Heureux celui qui court librement sur la plage

et peut se déplacer sans donner de raisons.

Quand reverrai-je, hélas ! mon tout petit village,

ma campagne éloignée où nul ne se rend plus,

interdite d’accès, dans les herbes sauvages ?

Et quand reverrons-nous la Méditerranée

dont la fréquentation, à présent condamnée,

au citadin rappelle un paradis perdu ?

Chaunes

 

Ode, Gratitude, Héritage vécu, ressenti… Carlo Bengio

Carlo a été un extraordinaire cher ami pour une brève période entre la fin des années 1980 et 1995, avec Célia, sa femme et Patricia, la mienne et les amis du magazine ViceVersa nous avons beaucoup parlé, discuté, mangé et beaucoup ri. Carlo, un explosif, génial non-Jewish Jew, en 1993 a mis en scène dans un théâtre de Montréal un patchwork fou sur Antonin Artaud pour le dixième anniversaire du magazine…

Je laisse son petit-fils Patrick parler de lui…ciao Carlo. (L.T.)

 

Patrick Bengio

Mon grand-père que j’aimais et que j’aimerai nous a quitté en avril 2019. Sa voix, parfois grande et tonitruante, parfois timide et effacée derrière l’humilité, cette voix souvent secouée de rires profonds et sincères qui font plisser les visages en grandes rides à vous plisser les yeux et embrouiller la vue, cette voix qui a tant résonné dans mes oreilles toute ma vie, ne résonnera plus jamais.

https://youtu.be/YDQoZi8bry0

Interjections

Voix : Carlo Bengio. Extraits choisis dans ”Interjections”, Antonin Artaud Composition : Patrick Bengio, Gamelan Gong Kebyar: Atelier de Gamelan de l’Université de Montréal, 2016.

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Carlo fut une personne très importante au niveau familial et dans mon identité personnelle. Il fut un de ceux et de celles qui ont eu un rôle décisif dans mes choix de vie, dans ma vision de la vie et dans mon développement artistique.

Balloté entre philosophie, politique, science, art et théâtre, communisme et anarchisme, balloté entre le Maroc de sa jeunesse et son Québec d’accueil en passant par la culture française coloniale, d’origine judéo-marocaine mais autant athée (ou plutôt Spinoziste!) qu’anti-sioniste, et avec un dédain, quasiment une crainte (?) du superflu, de l’autopromotion complaisante, ou même de l’autopromotion tout court, tout cela ou presque, il semble, a coulé, a été transmis à ses enfants et à ses petits-enfants dont je suis. Et ce sans autorité, sans grande pompe, simplement par la force de l’exemple et de l’être.

Ainsi c’est le plus naturellement du monde que Carlo m’a, très tôt, ouvert les portes de l’univers artistique. Quand j’étais enfant ou pré-ado, il me parlait, de temps en temps, tout bonnement, de ses créations théâtrales et de son processus du moment. Il me semble que je ne comprenais vraiment pas toujours, c’était assez philosophique ou abstrait mais, c’était sans aucune pression de comprendre, donc sans frustration… il me partageait, simplement, son univers à lui, tout comme durant les rencontres familiales. Je me rappelle de bribes de répétitions générales ou de spectacles… ces salles de théâtre, quels vastes lieux pour un enfant ! Derrière chaque ombre, chaque couleur, chaque rideau, chaque console d’éclairage ou de son, quel monde caché, quel paramètre encore insoupçonné de la vie ?! Et ces comédien-nes avec leurs expressions loufoques, leur maquillage épeurant, leurs interactions étranges, quels personnages bizarres !! Il existerait donc un monde au-delà du réel ?

 

(Bien sûr je ne pensais pas avec ces mots-là quand j’étais enfant, c’est bien sûr une rétrospective d’adulte, hé hé hé …)

 

Adolescent je fus souvent présent à un endroit ou un autre dans ses pièces de théâtre – à la régie plusieurs fois, à la console, et même (!) par deux fois, un petit rôle sur scène, ha ha! En retirais-je une certaine théâtralité, non pas en talent (car là ne résida point mon talent !) mais simplement dans certaines façons d’être et de voir le monde ? Je ne sais pas.

Mais ce n’est pas le théâtre, parmi les arts, qui au final excita mon imaginaire et ma passion, c’est la musique. L’art le plus abstrait. La philosophie moins les mots. La science moins la finalité. Le discours moins le rationnel. Juste du corps en vibration, en é-motion. Je fus bercé dans ma famille, une famille créative, sans musicien.ne professionnel.le pour autant, par toutes sortes de musiques très diverses, des musiques qui vous forgent l’imaginaire à grand coups de contrastes et de non-conformité. Je fus bercé notamment par les magnifiques musiques du Maghreb et du Moyen-Orient, autant de par Carlo que de par le reste de ma famille, paternelle et maternelle.

Or, une des toutes dernières pièces de Carlo fut le théâtre d’une de mes toutes premières créations diffusées en public, car il m’avait confié la création de la bande sonore de cette pièce, le ”Tourniquet”, de Georges Lanoux. Cette époque est en phase avec l’époque de l’acquisition pour moi indélébile et qui me suivra jusqu’à la mort, d’une identité. Musicien. Créateur. Une des raisons (pas la seule…) qui font que le soir, j’ai presque toujours hâte au matin.

La dernière collaboration que j’ai pu effectuer avec lui fut celle-ci, ”Interjections”, prélude et support artistique pour une intervention qu’il a donnée lors d’un colloque sur Gilles Deleuze en 2015 à Cerisy en France. Vous y entendrez la voix de Carlo résonner et tonner sur un texte d’Antonin Artaud, extraits choisis dans ”Interjections”.

A un giovane poeta,

„Briefe an einen jungen Dichter“

Jean-Charles Vegliante

Photo Mia Lecomte

 

 

 

Per cominciare a scrivere, se scrivere vuoi, devi leggere e leggere ancora, non solo poeti ma letteratura varia il più possibile, con una certa preferenza data a testi cosiddetti poetici. Poi, non devi mai sentirti in obbligo di niente, nemmeno di scrivere alcunché – tipo: cascasse il cielo, tre pagine al giorno –, se non ti credi spinto quasi tuo malgrado all’atto temerario di scrivere. Ogni vera scrittura è necessaria, e a rischio. Deve perciò servire a qualcosa – o perlomeno a qualcuno (il famoso “almeno un lettore”). Questa sarebbe la cornice o gabbia, per così dire etica, del tuo futuro mestiere.

Non ti lasciare irretire da pezzulli creduti à la mode come:

Vivi ora, fallo subito, la vita è breve. Vissima. Sima. Ed è subito pera. Avvocato accoltellato alla gola dalla ex compagna; è morto. Spreco di cibo, gravissimi due centauri. Per vivere col sorriso la stagione del foliage. Il sindaco di Sant’Agata parla di “rammarico per quanto avvenuto”. Rumori di fondo, sciame elettronico. E quando ci lascerà questo brusìo insensato e noioso? Mellie Pinco, selfie sexy su Instagram in lingerie nera e tacchi: l’ex modella stupisce e fa subito il pieno di like. Niente di personale, sia chiaro, a me sta a cuore il futuro del paese se prima di morire lascia un milione di euro al comune. Il giovane ha cercato di avere rapporti con un cumulo di foglie secche cadute in strada: arrestato. Ovviamente lo scatto è stato fatto in modo tale da non mostrare le intimità né della madre e né del figlio. Per me sei incommensurabile detto ciò. Posa nuda a 46 anni: lieve ischemia. Il codolo è la parte terminale di una lama andata molto storto se la soluzione è di tenere un coltello alla gola. Sono single e felice ma voglio innamorarmi. Ne ho il sacrosanto diritto oddio. Resta impigliata al cancello di casa: muore a 18 anni. Totalmente WTH cioè.

In tempi di Internet e di social, diffida innanzitutto dell’allusività, dei sottintesi, del “va da sé” fra amici (anzi friends). Pensa che molti interventi commenti accidenti hanno là una durata di vita molto breve, e dopo due o tre mesi non vengono più compresi da chi volesse (per caso) ancora leggerli – ma perché, mi chiedo? – Tu devi scrivere come se fossi convinto di diventare, bene o male, un classico; un classico moderno, s’intende, o addirittura ipercontemporaneo. Ossia uno che, al momento della stesura, si sia posto “en avant” (Rimbaud). Vale a dire: rivolto a lettori possibili, “a venire” (Fortini), sempre e ovunque. E magari pure in quanto autore postumo, non importa.

Diffida pure di quelle sensazioni che ti saranno parse sicuramente profonde e poetiche, ma diventate incomprensibili addirittura a te stesso, dopo un certo intervallo. Così alcuni brandelli di frasi o quasi versi regalati nel sonno o dormiveglia, deludenti quando non siano già cancellati al risveglio. Come: Dammi forte la mano per entrare nel bosco. Brivido del crepuscolo. Mi stimolava osservare il modo bizzarro in cui alla luce del sole si aggregava la polvere, nei posti meno prevedibili poi. Il pomeriggio opprime chi è nell’attesa di un qualche evento. Vagava il pensiero del nulla per conto suo, mentre ero circondato dal ronzio di molte mosche, invisibili fuori della finestra, fuse nell’aria. La luna dicotoma lucentissima quasi posata sul tetto richiamava il profilo di lei, impenetrabile e pregno di un’indefinibile rancore, provocandogli uno strazio quasi doloroso. E se fosse partita Penelope? Un’angustia da cui non usciva se non precipitando di colpo in un sonno greve, serrato come una canna di pozzo. Come galleria profonda di talpe timide. E musica sommersa calamitata dalla gravità intorno. Ballavamo lentamente, appiccicati aaah.

Dire quell’alba era indimenticabile non basta; tanto, nessuno l’avrà vista come te. Ma pure l’alba di albedine (allitterazione + figura etimologica e quasi dittologia) sarebbe insufficiente a fare di un vago “poetico” poesia. Questa è in genere restia ai sentimenti. Anzi, rifugge dalle emozioni (T.S. Eliot), senza negare pertanto che “senza emozione non si dà poesia” (Max Jacob). La poesia è di per sé paradossale. Perché dovrei subire quegli ombelichi infossati fra onde sovrapposte di ciccia – eppur denudati – solo in omaggio (pregiudiziale) alla moda dell’anno? Così come il “so romantic”, neanche l’invettiva di per sé fa poesia. E nemmeno l’apparentemente “semplice” quotidianità (Andreas Becker insegna: “Parole come bigodini, come mollette, parole come popolari”). L’antica definizione di Dante non contemplava niente di tale (bensì: invenzione – la fictio –, costrutto con retorica, musicalità) e insisteva sull’unità o sintesi dell’insieme (il poiein, alla fine, quale atto, azione compiuta). La stessa invenzione assoluta è merce rara, si trova sì e no una volta ogni secolo (Rimbaud), e si limita sovente al riciclaggio di buon livello, ossia a riletture e riscritture continue (di qui la necessità di leggere, affermata d’acchito e da ribadire ancora, senza limiti). Non è da escludere l’esercizio antico dell’imitazione, delle “à la manière de”, dei “pastiches” (Proust). Il tutto complicato, all’occorrenza, dall’adozione di una determinata gabbia metrica – poi da distruggere tranquillamente se si vuole scorrazzare liberi per altre spiagge. Alla fine, cancellare tutto ciò che vien detto “romantic” dagli amici anglosassoni. Conservare l’osso.   

Ma allora, tanto vale affidarsi agli algoritmi poetici, poco inclini alla sentimentalità, come in effetti pretendono alcuni brillanti teorici attuali? Occhio però alle conseguenze, anche immediate. Se l’I. A. consente di pensare ormai per così dire “umanamente” – o “razionalmente” in senso lato –, prevedendo all’istante la parola che stai per scrivere (ad es. se cominci a digitare spia- ti si propone spiaggia, o spiare, o spiazzato; mentre volevi scrivere magari spiaccia o spiallato, meno prevedibili) col pericolo di farti perdere il filo della tua propria, esitante espressione… Ma l’I. A. ti può anche, in altre forme programmate, offrire una bella figurina illustrativa: come un tramonto sulla città se hai digitato sera; ma tu, quasi come Rimbaud diceva dell’alba, volevi tentare “la sera mi bacia con lenta tenerezza”, magari senza ombra di abitazioni umane in giro, o addirittura invece in un vano vuoto nudo e chiuso, in una stanza, chissà. Chissà. I risultati suggeriti dall’I. A. potrebbero impoverire presto, anziché arricchire l’espressione, rendendola “spontaneamente” sempre più conforme a quanto passa il convento: ossia la doxa comune. E difatti, il linguaggio che si orecchia in giro, o si legge in rete è via via sempre più scontato, stereotipo, prevedibile appunto dall’I. A. (o viceversa?)… Abbiamo già in noi tale tendenza all’espressione invalsa, alle visuali banali, non aggiungiamo acqua fredda all’acqua calda – o pulci al mercatino.

Il poetico può essere sì, tra le sue cento o mille definizioni possibili comunque insufficienti, proprio “imprevedibile” – come del resto è sempre stata la semantica profonda di un discorso umano, al di là della mera lettura semiotica invalsa verso la fine del Novecento. In questo campo, le scienze cognitive, velocissime e in costante progressione, hanno ancora parecchio da fare. Sia pure, come sembra acquisito ormai, aggiungendo un granello di “fantasia” o meglio forse di azzardo (ché “fantasia prevedibile” mi sembra un ossimoro strambo) agli algoritmi. E, come di fatto dicono, cominciano a programmarlo. Ce la faranno? Potrebbe essere una pura illusione sia la “razionalità” della metafora informatica, sia il suo potere creativo; e una truffa la pretesa maggiore libertà dei social media (in parole povere, ampiamente monitorati come tutti sappiamo). Torniamo anzi al lapis, alla biro, al gessetto – non sempre magari, ma ogni tanto utili – appunto per migliorare le nostre capacità cognitive: questo, soprattutto per i più giovani (e fin da piccoli) non è affatto uno scherzo. Né un nostalgico appello ai “bei tempi passati”. Ma una misura preventiva minimalista per non incrementare il cretinismo e la dimenticanza spaventosa che incombono su di noi in ogni regione del mondo unificato. Sconsigliabile invece la penna d’oca, per ovvi motivi di praticità ed ecologia (lo stesso s’intenda della pergamena). Il ritmo e la forma sono dati anche dalla mano scrivente, polso e dita, e battere sui tasti o premere pulsanti non basta a sviluppare né il pensiero né l’espressione, né tantomeno la varietà visiva, spaziale dei testi prodotti (non stiamo parlando solo di calligrafia).

Codicillo, tornando all’indispensabile pratica della lettura: da privilegiare, anche lì, testi non pre-digeriti dai filtri elettronici, ma possibilmente integri e meglio se cartacei. La dispersione del “cerca trova” ipertestuale distrugge la qualità primaria di ogni discorso umano “naturale” (ossia, va da sé, culturale): la sua coerenza e dinamica interna, e il suo rapporto globale, non frammentato, con un insieme complesso quanto indefinito di altri discorsi prodotti prima e dopo di esso. Capillarità del sangue vivo, non pulverulenza accumulata dal big data. Insomma, prova a leggere opere complete, inserendole ma a modo tuo e con le tue capacità cognitive proprie nell’arcitesto che via via andrai costruendoti. Nessuno, né maestro né strumentazione artificiale, potrà mai farlo al posto tuo e con economia di sinapsi neuronali tue. Purtroppo sì, ci vuole tempo, ma è il tempo medesimo del testo, il suo spazio-tempo letterario: e non abbiamo altro. Amen(te). 

 

 

Quʼest-ce que jouer ?

«Lettre à une jeune actrice avant son examen»

Serge Ouaknine en nous envoyant sa “Lettre a une jeune actrice avant son examen” nous a écrit ceci:

J’ai écrit le texte ci-dessous il y a une vingtaine d’années à Montréal dans un blog de théâtre… je répondais à une jeune actrice qui demandait conseil avant son examen. 
Quelques années plus tard Catherine Cyr mon assistante prit l’initiative de l’envoyer à la Revue Jeu de Montréal qui l’a publié.
(…) Je ne sais s’il a bien vieilli et s’il peut toucher encore un artiste contemporain…

Nous avons décidé que sa lettre touche encore, la voici:

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Dessin de L.Tassinari

La fiction doit l’emporter sur la didactique. Brûlure de toujours… Double visage de lʼartiste de dire et de laisser parler… Il faut faire avec ses démons…

Ce qui est important pour vous, c’est de savoir « nuancer » votre jeu par des ruptures claires et parfois abruptes. Quand et où la voix est très rageuse et quand se perd-elle dans une fluide nostalgie (dans la même phrase). Ne montez pas la voix à la fin des phrases, défaut des débutants. Ne criez pas les mots « importants ». La vérité est un énoncé du silence.

Dites à contresens, à contre-courant, les mots que vous croyez importants. La vérité est un paradoxe, pas une thèse… quand elle tombe dans le grave et puis le silence et puis quand elle s’accélère.

Ce qu’on doit croire, c’est vous, pas les mots. Jouez vite, furtivement, pour effacer le sens des mots qui est déjà là, dans le texte. Mettez l’accent sur un détail du corps. Un détail. Ne vous agitez pas. Faites rire et pleurer en même temps une phrase. Le théâtre est le lieu où se répare un deuil, où se confirme un ressentiment de dépossédé ou lʼurgence dʼun désir… Soyez « vulgaire » ou détrônée, mais avec élégance.

Ne cherchez pas l’intelligence, c’est le rôle de l’auteur pas le vôtre. Vous devez demeurer musique et vibration des organes… Seules de bonnes ruptures de jeu font entendre la continuité du personnage… Le jeu est une « démesure », un excès non télévisuel, une amplitude qui doit émouvoir le ciel. Soyez droite et souple…

Regardez loin et parfois faites sentir que c’est à vous-même que vous parlez, comme une confession intime, et, dʼautres fois, que c’est une adresse à la salle entière, simple métaphore de l’humanité entière…

 Les mots sont une danse, une rage ou une prière… et parfois une déclaration d’amour. Toutes les déclarations d’amour ne sont pas des prières mais des appels et des revendications terribles et parfois des soupirs de honte.

Cherchez le héros chevaleresque et impatient et en même temps le vaincu errant et qui accepte la défaite… On ne fait pas deux fois le même cadeau. Aussi, ne vous enfermez pas dans la monotonie du grand flux où vous croyez vous fondre en votre personnage. Même les litanies ont des nuances et des stances qui altèrent le cours du réel.

Ne comptez pas sur votre « partenaire » mais sur ce que vous lui offrez. Certes, un bon partenaire participe de la poésie de la rencontre, mais dites-vous que vous êtes le timon du poème à lʼécoute du vent. Et que parfois vous êtes le vent, briseur de cargaison…

Une chose est certaine, l’art a une fonction « réparatrice » si c’est le langage qui est honoré. Je dis réparatrice et non thérapeutique. Notre époque confond tout. La réparation concerne le monde. La thérapie concerne le moi seulement. Si ces phrases dont vous êtes lʼambassadrice sont la nécessité du poète, il faut les laisser aller à leur vide naturel par une vacuité intérieure. Votre absence aussi est féconde, une absence attentive – car elle exprime un état du monde, l’heure juste d’une vie.

Lʼart n’est pas moral. Il faut savoir dire « non » par le rôle, dans la situation, mais pas à votre partenaire à qui vous adressez en permanence un « oui ». Un « oui » inaudible. Vous nʼêtes pas le personnage mais son hôte salvateur, son avocat, partie prenante et lointaine en même temps. Cʼest cette distance bienfaisante qui permet le flux du vrai.

Dans un rôle, ce qui est « juste » se limite à un excès de rigueur, au pire à un excès de contrôle. Mais ce qui est « vrai », cʼest un abandon dont vous gardez la maîtrise. La maîtrise offre, le contrôle retient. Enfin la technologie est un pont ce n’est pas une finalité. Restez à l’écoute pudique et sensible de la violence du monde !

 Votre voix, cʼest votre tête qui descend vivre au ventre, cʼest votre sexe qui remonte en un déchirement aigu, c’est ce qui dénoue lʼamplitude pour le bonheur dʼun silence collectif. Et puis « rentrez le menton », chassez la voix de tête en tirant par la nuque vers le ciel pour laisser descendre ce Dieu qui illumine votre présence charnelle. Mais résistez toujours à la pesanteur, demeurez en tension, même avachie comme un clochard ivre…

Repoussez le sol et ne vous fondez pas à lui. Marchez comme un fantôme énergiquement lent. Comme un dragon qui veut vaincre et que lʼamour peut enivrer. Vos ancrages intimes doivent subvertir le rôle, casser lʼénonciation usuelle. Et parfois le texte vous ordonne dʼêtre un souffle lent et soutenu comme une agonie de lʼâme… une agonie sans cesse  recommencée…

Amitiés,

Serge Ouaknine