Arturo Mariani
Au bar Las Bolas de Don Juanote, dans un lieu proche de Monte Real, je rentre toujours par la porte de droite. Ou c’est celle de gauche…? Je prends ma place, au bout droit du comptoir, et je commande un petit cheval de tequila. J’y viens tôt, armé de ma belle Valentine Olivetti, et me mets à écrire avant que les autres n’arrivent. Le miroir d’en face, derrière les bouteilles alignées et encore pleines, ne laisse rien voir. Puis les autres arrivent, les heures passent et toutes les bouteilles entament leur destin, jusqu’à ce que dans leur intérieur ne restent que quelques gouttes coriaces qui ne veulent pas en sortir. Don Juanote commence ensuite à retirer les contenants presque secs, et c’est alors que je surprends cet homme derrière le miroir avec une machine qui ressemble à la mienne. Je ne saurais dire comment ce type à l’air exotique s’arrange pour faire en sorte qu’on le voie, non pas dans le miroir, mais derrière. Les autres partent et me parlent, mais je ne veux pas parler avec eux. Je veux parler avec lui, une fois pour toutes. À cet instant précis Don Juanote m’appelle depuis la porte, je me retourne subitement… et c’est cela qui me provoque un vertige inénarrable. Tout se déforme. Je reprends ma position et revois ce type, une dernière fois, en lui criant que la prochaine sera la définitive, qu’il devra arrêter de m’imiter. Il doit être saoul, puisque tout à l’heure, du coin de l’oeil, je l’ai vu converser avec le petit ver qui nage dans le mezcal que j’étais en train de boire. Je lui fais un signe obscène et m’en vais rejoindre les autres, au même moment qu’il me crie quelque chose que je ne comprends pas. Ce n’est pas grave, on va tout régler demain, en face à face. Une fois pour toutes. |
A la cantina Las Bolas de Don Jua- note, en un lugar cercano a Real del Monte, yo entro siempre por la puerta de la izquierda. ¿O es la de la derecha..? Tomo mi lugar, en el extremo izquierdo de la barra, y pido un caballito de tequila. Vengo tempranito, armado de mi bella Valentina Olivetti, y me pongo a escribir antes de que los otros lleguen. El espejo de enfrente, detrás de las botellas alineadas y todavía llenas, no deja ver nada. Después los otros llegan, las horas pasan y todas las botellas comienzan a cumplir su destino, hasta que en su interior no quedan sino algunas tercas gotas que no quieren salir de su respectiva morada. Don Juanote empieza enseguida a retirar las botellas casi secas, y es entonces cuando sorprendo a ese hombre detrás del espejo con una máquina que se parece a la mía. Yo no sabría decir cómo se las arregla este fulano exótico para lograr que se le vea, no en el espejo, sino detrás. Los otros se van y me hablan, pero yo no quiero hablar con ellos. Yo quiero hablar con él, de una vez por todas. En ese preciso instante Don Juanote me llama desde la puerta, yo volteo súbitamente… y eso es lo que me provoca un mareo inenarrable. Todo se deforma. Retomo mi posición y vuelvo a mirar, de reojo, al fulano ese, mientras, extrañamente, él habla con el gusanito que nada en el mezcal que yo me estaba bebiendo. Ese hombre debe de estar borracho, porque además lo veo gesticular y hacerme señas obscenas cuando le grito que ya le pare, que deje de imitarme, y que soy yo quien escribe las historias que él hace como que escribe. Es un idiota. Ya me tengo que ir, pero la próxima vez va a ver. Nos vamos a ver las caras, de una vez por todas. |
¡Qué Borrachera del carajo, caracoles!
Caro lector, ese es mi punto de vista . Puede ser que Ud tenga otro, por ejemplo, que el tío sufre de paronoia. Lo uno o lo otro me da igual, la locura sigue presente; ¿o será el autor?
¡buena lectura!
Apparecida de Almeida