El cuarzo; metáfora de eros y psique; un viaje narrativo de Joanne Rochette

Ángel Mota Berriozábal

Hay en el museo de Louvre una remarcable escultura de Antonio Canova sobre Eros y Psique, la cual me dejó muchas interrogantes sobre cómo esa robusta obra de mármol puede esculpirse en trazos tan refinados para reflejar, con tanto acierto, no solo dos cuerpos que se desean, sino dos estados del ser humano. Dos abstracciones que intentan unirse: lo sexual o el amor y lo sicológico. Es así que cuando leí la novela Quartz de Joanne Rochette (Mémoire d’Encrier, Montreal, 2014), reflexioné de nuevo sobre la imagen de la piedra como metáfora, cuerpo y representación de Eros y Psique. La novela de Joanne es como la obra de un  artesano, la obra de un artista de lo plástico hecho escritura.

Joanne Rochette par Lafleur, photographie tirée du projet «Portraits d'artistes»
Joanne Rochette par Lafleur, photographie tirée du projet «Portraits d’artistes»

De hecho, en la novela de Joanne se lee que el cuarzo es lo que da vida al texto, lo que enlaza los personajes, anécdotas y el sentido mismo del libro. Es el objeto de búsqueda y encuentro consigo mismo de los dos personajes principales: Liane y Cloe. El mineral es el símbolo de reencuentro con el cuerpo, con los organismos de la naturaleza, los sexos, metáfora de la palabra honesta o desnuda de artificios, eco del bosque y psique de los personajes. En este sentido, el cuarzo es un catalizador amorfo al que cada personaje da la forma que desea ver. La palabra de la novela, la narración y metáforas se vuelven una escultura.

“Pensar en mi novela es pensar en la piedra, corazón del libro” –me dijo Joanne en una entrevista. Lo cual queda explícito en su novela:

Il se lève, m’attire contre lui. Contre mon ventre se dresse Étienne, très fort, jusqu’à mon nombril. Le feu dans ma bouche enlace sa langue, c’est un feu qui liquéfie les humains, qui a le pouvoir de transformer la matière, car les os, les muscles, le cartilage et la matière grise deviennent magma. (p. 219)

La novela es entonces la forma, la imagen, el vientre de un cuerpo en otro, y de la piedra en el personaje; como una metamorfosis, como personajes vueltos piedra; el simbolismo que nace de la representación del cuarzo, como imagen del alma y el deseo. El cuarzo, como forma y metáfora, se toca y se ve, en la novela, en una montaña de la provincia de Quebec. ¿Cuál? A la lectura de Quartz el nombre de la montaña es inexistente. La montaña en el texto, en sí, no tiene identidad; es un símbolo espacial que contiene al cuarzo. Un símbolo del espacio y movimiento y por ende una metáfora en donde el significado depende de la mirada, del Psique, de la identidad, para volverse territorio  de las relaciones humanas. El cuarzo, al ser palpado, visto, pensado, se vuelve el cuerpo del lector y de Joanne misma:

“Quise que cada quien le diese su propia imagen, su forma de hablar y de ver a la montaña, que cada uno le diese el sentido y la lectura que quisiese.”

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De este modo la novela Quartz es sobre todo el viaje de Cloe al pasado y vida en el presente, su vida amorosa, búsqueda de sí en el cotidiano y su labor en un documental sobre la naturaleza de la provincia de Quebec.  Novela historia de Liane; el alter ego de Cloe, quien no sabemos si es una imagen inventada o una fantasía: “No quise definir el personaje de Liane, quise que cada quien lo imaginase a su voluntad, como algo indefinido” −me dice Joanne, entre tazas de té verde. Entonces pensé en el personaje de Psique  y Eros de la escultura de Canova, metáfora de piedra de algo abstracto, sicología y amor o erotismo que cada uno construye según su perspectiva, pero que es algo que deseamos y vivimos todos como algo universal.

En Quartz el sexo es el encuentro, per se, de la imagen del cuarzo en esta montaña indefinible, a la que el lector desea palpar, vivir, saborear y sentir. Joanne transforma nuestra manera de ver las montañas, le da vida propia. De hecho, uno de los grandes aciertos de la novela es precisamente el que transforma la manera en que un espacio natural pueda ser concebido para llenarlo de muchas significaciones. La piedra, como en la escultura de Canova, se vuelve una abstracción. “La piedra es un roce que nos lleva a la sexualidad que nos dio vida –me explicó Joanne−. El cuarzo, la montaña se reapropia de la sexualidad, pues es origen de la tierra.”

Antonio Canova. Eros y psique. Museo del Louvre. Photo Credit: Ángel Mota Berriozábal
Antonio Canova. Eros y Psique. Museo del Louvre. Photo Credit: Ángel Mota Berriozábal

Por ello el personaje de Liane lleva una vida bruta, como de la primera edad, de una “edad de oro” pero no virginal o bíblica, sino como de ninfa agreste, en donde siente las hojas, la hierba, el agua, como una sibila que devuelve al lector a las sensaciones más primarias, más humanas: las del tacto, olor, gusto, oído y aún más, al placer sexual en su forma más abierta:

Liane songe à retourner à la pierre, afin d’écouter ce qu’elle a dire (…) Elle étire les jambes afin de placer encore mieux ses pieds sur des surfaces charnues, et se penche pour poser ses mains à plat, un peu plus haut. Elle ferme les yeux et goute(…) Son ventre reçoit amoureusement la montagne. Le soleil, en route vers son zénith, appuie de toute sa chaleur sur son dos, ses fesses, ses cuisses, qui s’imprègnent encore davantage dans la pierre. (p 25)

Es así que, si por un lado Liane sería como el Eros de Canova en su vida en la montaña y con la piedra; mujer de apetito sexual y amoroso, Cloe sería como Psique, ocupada en su mente por los juegos sociales; el hombre casado que intenta seducirla, la producción de una cinta de cuyo contenido está en contra por considerarla artificial, lo que Joanne llama “la dificultad de vivir la  autenticidad o el verdadero yo.”

Une tâche grandiose m’attend, celle de créer l’illusion. J’ignore le chemin pour me rendre. La duplicité me répugne, il me faut apprendre à taire mes élans de franchise, ma loyauté naturelle. Je dois cultiver l’artifice (…) (p. 114-115).

“La autenticidad, o el verdadero yo” de Psique, como se lee en este extracto, se define como lo que se desnuda de lo artificial, lo que se desnuda de la duplicidad social, lo que es honesto, ajeno a la necesidad de mentira de nuestro mundo. “La autenticidad  −argumenta Joanne− en mi novela, es la naturaleza, el objeto primario al que tocamos, besamos, olemos, sentimos, como la montaña y el cuarzo.” Por ello, el objetivo del viaje a la montaña de Cloe es la despojarse de “la hipocresía, la falsedad, la ilusión y la mentira.” Volver a su yo.  La novela lo explicita:

Notre système, équarri pour l’efficacité, sera tout à fait culbuté. Les retards, les absences, les impatiences bloqueront les engrenages, empêcheront de tourner en ligne droite La nature, pétillante et impétueuse, aura pris le dessus sur le profit et l’excellence pour nous offrir cet instant infime ou la ville, coussiné, devient voluptueuse. (p.38)

Vemos así que como contraposición a este “sistema eficaz” de prisas, “de marcha en línea recta” Cloe  “flâne”, o pasea en la ciudad de Montreal sin rumbo determinado, se delecta a la vista del estadio Olímpico, goza, como un objetivo en sí mismo, tomar el sol en un parque, y la vida de Cloe se vuelve, entre otras cosas, el deseo de visitar la casa de un anciano para escuchar Swing y comer Maple Syrup. Es decir, para esquivar o vivir un mundo diverso dentro de las líneas marcadas por la productividad, y los trazos funcionales de la urbe. Bailar, tomar un café, recibir la luz en el cuerpo es el medio del que se sirve el personaje para escapar, por momentos en búsqueda de sí, del ritual de caminos trazados. Flâner es un acto heroico y poético. Errar, pasear y observar sin rumbo fijo se vuelve una táctica de vida contra un sistema que intenta conglomerar y crear espacios de control colectivo. “La táctica” en la vida cotidiana, en “las artes de la vida de todos los días”, para Michel De Certeau, en su libro L’invention du quotidien, es entonces:

Elle (La tactique) s’y insinue, fragmentairement, sans le saisir en son entier, sans pouvoir le tenir à distance. Elle ne dispose pas de base ou capitaliser ses avantages, préparer ses expansions et assurer une indépendance par rapport aux circonstances. Le propre est une victoire du lieu, la tactique dépende du temps, vigilante à y saisir au vol des possibilités de profit. Ce qu’elle gagne, elle ne le garde pas (…) (p. XLVI).

En este sentido el objetivo de la novela de Joanne es mover a sus personajes en esta táctica de las artes del cotidiano que desdibuje la función o el orden establecido y promovido por alguna fuente de poder, que sea económico o político. De este modo, Cloe intenta tomar toda ocasión para gozar de los pequeños detalles, para crear su visión de los espacios por medio del cine, para viajar a la montaña, ajena  a la urbe, para hallar el amor y la sexualidad que la satisfaga, sin trabas sociales, busca un mundo donde tocar un objeto, olerlo, gustarlo, se vuelve un viaje de aprendizaje y una disidencia con el sistema de la funcionalidad mecánica y lineal. Los diversos capítulos, como rizomas de una planta, se abren, se fusionan, se hablan, sin una base unívoca, que remita a un ideal de vida. Un viaje que busca lo que Joanne define como “la autenticidad.”

Una autenticidad que no se logra definir, ni fijar. Es algo en movimiento, que se explica a tientas, tanto en la desnudez y entrega sexual de Liane, como en la huida de la ciudad, el gozo del cuerpo, el alejarse de la hipocresía y lo falso que vive Cloe. La novela es así similar a la escultura de Eros y Psique de Canova, donde los pies de las dos figuras no tocan por completo el piso, nunca pueden abrazarse por completo, quedan como suspendidos en el aire, en un encuentro que puede desaparecer en cualquier instante y sobre todo la metáfora nos lleva de la mano a la idea de lo precario, duro y momentáneo del encuentro amoroso entre la sicología y el amor o el sexo, dentro de todos los factores sociales y sistema económico que nos aleja o desea negar esa “autenticidad” y libertad.

J’ai compris aujourd’hui: je suis en chicane avec le cinéma, l’art du faux, l’art du maquillage, l’art suprême de la reconstruction, de l’illusion. Je veux le symbolique. Pas l’illusion, l’évocation! L’élément qui suggère et convie à l’imaginaire. Cette montagne m’invite à introduire le théâtre dans mes jours et mon âme (p. 95)

El libro es entonces como la escultura de Canova pero con la estética de las esculturas de madera y las pinturas de Paul Gauguin; simbólica, iconoclasta y provocadora. Esto es; una imagen de la naturaleza y seres desnudos o sexuales que la habitan, con un objetivo metafórico cuya simiente nos envía a una necesidad de reencontrar la naturaleza, la piedra sólida de inicios de la tierra, el yo sin los artificios de la civilización, las reglas y artificios que intentan condicionar al ser humano por un bien colectivo o de un solo individuo. Solo que, en el caso de Joanne, en vez de jugar al francés que se va a Taití para mostrar el cuerpo femenino de la “salvaje”, posesionándose de él, Joanne, escribe desde el cuerpo femenino, se apropia del discurso de representación del cuerpo y sexualidad de la mujer “salvaje” para otorgarle “autenticidad” a lo escrito, es decir; sensaciones y gustos sexuales que la mujer fantasea y siente, vistos desde el punto de vista de la mujer.

El cuarzo de Joanne es así una disidencia, una palabra que lastima al sistema del orden,  es la piedra y el arte fijan, como obra simbólica, lo que no puede ser fijado −eros y psique− y ahí reside su mayor logro artístico. Como Canova, Joanne habla, murmura, crea, esculpe la piedra, le da sentimientos y sexualidad. Como Paul Gauguin es una sexualidad y psique en medio de la naturaleza, con  matices de poesía simbólica. Siendo “la piedra la materia más baja del orbe –dice Walter Benjamin− la piedra es a la vez lo más duradero, lo que rompe el tiempo de las civilizaciones.” A la piedra se le viste, se le ve como se quiere, de ahí que hay templos y capitolios de mármol, edificios fascistas o de conciertos, Versalles o el Vaticano; la megalomanía hecha piedra, pero en el caso de Joanne como en el de Canova, la piedra es la mente y el cuerpo; en un beso y roce de los dedos. El símbolo opuesto al artificio de templos del poder. Es ahí el corazón de la obra, lo delicado de la narración y el valor de la escritura. El cuarzo como el mármol, está ahí para ser rozado, acariciado, besado, copulado, por un espacio interior que se encuentra consigo mismo, con el ser. Una escultura de Psique, Cloe y Eros, Liane, donde un hombre o mujer, cualquiera, se puede ser como ellas o ir a ellas, como nos sucede en la escultura de Canova, en el juego del arte y la literatura, y eso es un gran acierto poético de la novela.

 

ONE : MY NAME IS

(OU BIEN, DUE : COME HO SALVATO LA VITA A GIUSEPPE)

Giuseppe A. Samonà

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My name is Youssef. (Du moins, c’est ainsi qu’on m’appelle depuis toujours.) J’habite une cabane confortable, au bord de la plage. Chaque matin, un peu avant cinq heures, My name is  Muhammed me réveille, sabah el kheir : nous trottinons jusqu’à la rive, nous remontons nos pantalons, nous pataugeons dans l’eau, nous poussons la petite embarcation, nous entrons dans la mer noire, et il fait presque froid. My name is  shueya shueya, piano piano. Nous naviguons quelque temps, jusqu’à My name is  henâk, là-bas, où…. (Muhammed connaît la mer, il connaît cette mer, il connaît beaucoup de choses) : nous arrêtons le moteur, et nous attendons. La lumière arrive – elle monte par derrière les ombres qui se colorent de My name is akhmar, comme la promesse d’un mystérieux bonheur. La mer en même temps devient rouge. Et voilà que My name is  sham’s apparaît, déjà puissant – il est né il y a longtemps, dans les secrets des rochers, de la terre qui déjà est chaude, de l’air (Extase dans l’extase : puis-je ne pas penser aux temps lointains où, encore plus à l’Est, il y a des milliers de siècles, un peuple métissé et généreux l’adorait comme Shamash, et aussi Utu ?) Notre petite embarcation est si petite CIMG0210 – si grand My name is bereshit qui soudain surgit  face à nous, comme un caprice, et pourtant inexorable… les ombres sont devenues matière, montagnes, et plaines fertiles,  c’est peut-être cela, au commencement (c’est ainsi que la première fois j’ai appris bereshit), quand tout advient soudainement…  c’est peut-être cela qui est petit et nous qui sommes grands, en allongeant le bras, henâk, on peut presque  toucher My name is Saudi, à sa gauche Jordan, et encore plus à gauche, comme pour clore l’horizon, Israil –  à l’arrière (inch’Allah),  Ramses et Moshé nous protègent, nous attendent : My name is Sinai. CIMG0146Pendant un moment le temps s’arrête, My name is Youssef et My name is Muhammed, nous sommes petits et immenses dans l’immense et petit univers,  et sham’s caresse sa peau olivâtre, ses grands yeux, son sourire doux et fier. C’est un Prince, il est jeune, il est beau, je voudrais… mais que dis-je ? yalla (My name is…), le temps reprend son cours, il faut se mettre au travail. Démêler et tirer des mètres et des mètres de fil transparent, enfiler les hameçons et les cacher à l’intérieur de petits morceaux de My name is samak mat, mort, affreusement puant, et puis lancer les fils à l’eau, un fil Muhammed, un fil Youssef,  pour caresser les profondeurs de la mer, de haut en bas, de bas en haut, shueya shueya, et puis yalla, yalla, un coup sec… shit, et merde ! Mais Muhammed sourit : My name is mah fihsh… maalesh, ce n’est rien, allez, encore, shueya, à la recherche d’autres samaka, ou plus précisément aasmak, mais vivants. Oh, je le connais bien ce métier, il est né dans la mer, « moi », Youssef, depuis toujours je sais aller dans l’eau.  Mais quand j’étais plus jeune j’étais plus effronté, moins sensible, ou peut-être je ne pêchais jamais rien… quand le premier My name is samak (qui parfois est  ismak…),  mord à l’hameçon et se débat, Muhammed le libère, le jette au fond de la barque, et puis, comme Yanez (Salgari, lectures italiennes, Les tigres de la Malaisie) il allume une énième cigarette et regarde, nostalgique, l’horizon ; moi, en revanche, je regarde My name is samak (ou ismak, etc.) qui s’agite saute tombe resaute retombe, et je vois je comprends qu’il est en train de se noyer d’étouffer l’air lui manque l’air c’est-à-dire l’eau et il étouffe, et je me sens suffoquer avec lui – mais… Ehi Muhammed, Muhammed, My name is…  je me tords les mains, je m’attrape le cou, je le serre, chicken like, je tire la langue, je voudrais, aiwa, oui, je voudrais, si je ne peux pas le sauver, au moins le tuer, ce bénit maudit samak, je voudrais le tuer pour le sauver de l’étouffement, mais je ne sais pas comment faire, je n’ose pas, je voudrais que ce soit lui, Muhammed, qui le fasse, mais Muhammed me regarde avec un sourire mélancolique, comme si derrière moi il voyait bereshit et l’univers entier… il ne dit rien, mais il allume, comme Yanez, une ennième cigarette   – il  parle seulement quand, après une éternité (quelques minutes en fait, mais de quoi est faite l’éternité ?), après un dernier spasme, plus violent, samak retombe au fond de la petite embarcation pour ne plus bouger; c’est seulement à ce moment-là que Muhammed parle,  il a toujours son sourire mélancolique, il montre samak d’un geste pudique mais regarde au-delà, il regarde l’horizon et dit : mat. Mort. Ainsi, jour après jour, et plusieurs fois par jour, les samak, au fond de la barque, se débattent puis  deviennent mat, et s’ils sont trop petits, souvent mat eux aussi, ils serviront un jour d’appât ; les samak vivants adorent les samak mat. On s’habitue, on n’y pense plus, mais moi, je ne m’y suis pas habitué, je n’y suis pas arrivé – parfois il arrive de pêcher un petit samak, de ceux que…   faut-il les garder? et hop,  à l’eau, même si je ne devrais pas: quelle joie (mais selon quelle logique décide-t-on de le faire ou non? Mystère… je me rappelle une fois, un petit samak, je lui souris et je dis tout doucement: à l’eau? Muhammed, lui aussi, hésite, il est sur le point de le libérer, et finalement non, hop, au fond de la barque… je n’ose pas intervenir, je ne peux quand même pas rejeter à la mer toute la pêche…) ; d’autres fois on ne pêche rien, cela arrive, et c’est une joie aussi, même si elle est plus diffuse et plus angoissée, car à tout moment on pourrait ressentir une secousse : c’est un samak, un bon, et le voilà au fond de la barque à se contorsionner, … Quand j’étais plus jeune, je n’étais pas comme ça, j’étais plus effronté, et je ne pêchais rien. Mais il n’y avait pas Saudi, il n’y avait pas Israil. Il n’y avait pas les fils à démêler, il n’y avait pas Muhammed et nos interminables conversations entre un samak et l’autre– moi qui ne parle pas sa langue, lui qui ne parle la mienne, il ne sait dire que son omnipotent My name is ; c’est de là qu’il part pour nommer le monde, en indiquant (pour l’indiquer) – un peu comme Adam dans le deuxième récit de la création, ou Wittgenstein – c’est vrai ! – dans le Tractatus logico-philosophicus –, et me l’enseigner, à moi qui volontiers l’apprends; ou peut-être, comme quand My name is bereshit, est-ce le monde qui se décompose en ses différentes parties, en ses multiples sentiments , et s’avance ainsi en tendant la main, pour se présenter à travers la voix de Muhammed; ou, mieux, pour naître, comme si cette voix était le verbe,  et nos matins,  l’instant renouvelé de la création: My name is…   Douce victoire d’un panthéisme des justes, je peux écouter le soleil, les pierres, le temps lui-même: dayman (My name is…) – c’est beau de tuer, même si cela me pèse. Même les samak qui se débattent sont beaux- mais c’est terrible, la vie, la mort, l’un oui, l’autre non, on hésite, il suffit d’un instant, et puis le destin, le hasard… Mentre, My name is, ne parlo con Muhammed, per conoscere  insieme all’universo la sua vita, e lui la mia… (I know, I just changed my language, a few words ago… but if you can read Italian, go on, you will understand why.)

Due

Ma la storia è un’altra. (Anche se a ben guardare è la stessa).

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My name is Mahmoud – tutti My name is  sempre Mahmoud, laggiù, o Muhammed – My name is Mahmoud, dicevo, che è un amico di My name is Muhammed, ancora grufola, ma sveglio, avvolto nel suo lenzuolo bianco, sotto il porticato (il suo letto, la sua casa), siamo appena tornati dalla pesca. Ma quello che è ? Ah quello… quello è un amico shalom di Mahmoud che lo ha trovato in mezzo alla strada, dall’altra parte della frontiera, accucciato, e lo ha raccolto, ma poi è dovuto ripartire, e lo ha lasciato là, accanto a Mahmoud che si stava svegliando, toda raba, shoukran, e là è rimasto, sempre accucciato, come tramortito, un mucchietto di ossa. Un piccolo cane.CIMG0276

La giornata comincia, caffé, scherzi. Il piccolo cane non si muove, sempre dorme (dorme ?). Il sole gira, ci tocca, ci spostiamo, e spostiamo il piccolo cane, per depositarlo poco più in là, all’ombra, e sempre non si muove. E’ stanco, e ha caldo (dice Mahmoud). E se fosse malato ? (My name is taa’bân, sokhn, ayyân) Ma ha sete, sete, quando fa così caldo bisogna bere. Due colpi di lingua svogliati, due goccie d’acqua addosso, per rinfrescarlo, e certo, sì, è vivo, ma che fiacca, subito si riaccuccia. È normale, fa caldo, non è normale, è troppo stanco, ed è così piccolo… Forse un po’ di latte, quando son così piccoli. Ma niente, un’annusata svogliata, e via, a dormire (ma veramente ? dorme ?) Ancora scherzi, caffé, altra gente che arriva, e sempre il piccolo cane dorme ( ?) – ma io scherzo più piano, perché sono preoccupato, il cane è così piccolo, sono già affezionato, e se stesse morendo ? e anche Mahmoud e Muhammed sono affezionati, credo, ma loro sono abituati, i pesci, la vita, la morte, non farebbero caso a quella loro, di morte, figuriamoci a quella di un piccolo cane. Poi ecco sulla tavola del cibo, perché sì, fa caldo, ma bisogtna pur mangiare. E Muhammed, per scherzare, allunga un pezzetto di My name is lahma al piccolo cane, e la risata sta per partire (la mia più piano), della carne a un cane così piccolo ! ma il piccolo cane più rapido della risata si avventa e trangugia quasi senza respirare il pezzo di carne, e allora dopo un momento di sospensione, eccola la risata, ma diversa, perché un cane così piccolo mangia così voracemente, e giù altri pezzi di carne, e altre risate, di divertimento e anche di liberazione, perché il piccolo cane mangia, e poi beve, ora con entusiasmo, aveva fame, fame, e mangia, e beve, è vivo. Così piccolo, quel piccolo cane, che sazio, sulle sue gambotte mal ferme, parte a correre, a esplorare, annusare, abbaiare e giocare dietro agli altri tre cani del vicinato, molto più grossi di lui, e devono fare attenzione a non travolgerlo – ed anche si slancia dietro ai rari passanti, lungo la grande strada di terra battuta (il largo sentiero) che separa le case dove si dorme dai bivacchi ombreggiati dove si vive, di fronte al mare, o persino a un grande cammello, sempre abbaiando, scodinzolando di vita gioiosa, gli va quasi sotto le lunghe gambe, mentre quello, e sembra un proverbio, lungo il largo sentiero indifferente passa. E corre, il piccolo cane, parte, riparte, ma sempre ritorna al nostro tavolo – ed è bello allora carezzarlo, e lui puttanella si lascia andare sulla schiena, la panciotta piena e rosa – abbaiando scodinzolando felice : è vivo, vuol vivere. Il piccolo cane è la sua storia, e la sua storia nasce da quel pezzo di carne. E come ogni essere che nasce e vive ha bisogno di un My name is. Yussef, dico (ho bisogno, io, che il suo My name is sia il mio), e tutti accettano battendo le mani. Ed ecco la nuova giornata, Muhammed, Mahmoud, Yussef (l’umano) e Yussef (il cane), che tutti chiamano, e lui corre, perché ha accettato, è d’accordo, è vivo e felice. Ma poi a sera, sorge un piccolo grande problema. My name is Mahmoud mi spiega che My name is Mahmoud (un altro), o forse è Muhammed, comunque sempre un altro (e sempre My name is), costui insomma, molto sensibile alle questioni teologiche, arguisce che quel nome a un cane non è possibile, per via del Profeta di cui, si dice, Yussef era un lontano parente – come fare ? Idea, dico ancora io, sarà la traduzione italiana : è una lingua che a volte mastico, con qualche piacere, e i cui suoni, incomprensibili ai più, non offendono nessuno. Così il piccolo cane è diventato Giuseppe, il che ha anche il vantaggio di non fare confusione con me che, umano, sono appunto Yussef – quando qualcuno ci chiama, non dovremo correre tutti e due. Io del resto al mare preferisco restare seduto, all’ombra, o con un lieve sole che appena filtra attraverso le frasche – così, seduto, senza timore che nessuno mi chiami, resto molte ore, a guardare la commovente vita : il piccolo Giuseppe che correndo parte e riviene. Carezze. CIMG0060

Per sempre ? No, il dramma è in agguato, si consuma imprevisto in due parti, anche se, come capita a volte, solo la seconda rende tale la prima. (Non dirò, per ovvie ragioni narrative, come andò a finire, ma sia pur sottovoce – la parentesi – dirò, perché non posso resistere, che a volte sia pur rare il male può essere sconfitto).

Il giorno dopo tornando dalla pesca: dov’è Giuseppe ? L’abbiamo dato a My name is quello che vende le ciabatte e altre cianfrusaglie poco più in là, gli darà da mangiare lui, qui abbiamo già tre grossi cani. Vado a trovarlo, mi riconosce, corse e carezze – in fondo basta fare due passi, e può farli anche lui, infatti li fa. Ma ecco che il giorno successivo – il terzo, da quando Giuseppe è entrato nella mia vita – tornando dalla pesca Giuseppe non c’è : dorme. A quest’ora ? Così giovane ? (cfr. Totò in Totò Truffa, con il padrone di casa, non c’entra niente ma non posso fare a meno di pensarci ogni volta che pronuncio questa frase – e torniamo a Giuseppe). Non c’è neanche il quarto giorno : ma è sicuro che dorme ? Non proprio, dormiva, poi son passati tre bambinelli, oh che carino, lo possiamo prendere ? certo, e son partiti con Giuseppe alla volta del villaggio. Exit Giuseppe, ma non ti preoccupare starà bene laggiù, con i bambinelli.CIMG0289

Lungo il grande sentiero dove passano cani e cammelli, e poi dune di sabbia, terreni lunari, il villaggio dista un paio d’ore : la curiosità, diciamo, o anche il desiderio di rendere una visita, un dovere di cortesia – in realtà, è un vago e indefinibile senso di inquietudine, un oscuro e tuttavia speranzoso presentimento, a dar prurito alle nostre gambe. (Lo dico subito : il passaggio dall’io al noi – le nostre gambe – non è dovuto a sbadataggine grammaticale, anzi, siamo sempre stati due, sin dall’inizio, a volte persino nel mare, con Muhammed – ma la pesca è storia di uomini soli, raccontata da uomini soli, anche quando pescano le donne, anche se pescano meglio degli uomini…). Polvere e case bianche volentieri diroccate, stradine, donne infoulardate che preparano bozzime, mocciosi, polli e cani che giocano o si affrontano, insieme. E poi, ecco, come un lampo : polveroso, mogio, appena riparato dal feroce shams accanto a un ammasso di pietre lo vediamo. Giuseppe. Ci vede, muove la coda, ci ha riconosciuto, ma appena la muove : è stanco, come il giorno che lo abbiamo conosciuto, e peggio, sembra moralmente abbandonato, avvilito – la vita non è mai stata bella, fa schifo ! Lo prendo in braccio, lo avvolgo, e chiedo a destra e a sinistra : hena ? hena ? qui ? qui ? (My name is ana, io, mio, ma non ricordo nel panico My name is tu, tuo) – nessuno lo vuole, neanche i bambinelli che spuntano da una viuzza, son distratti, il cane va bene per giocare un po’ : ma chi si prenderebbe veramente un’altra bocca da sfamare ?

Così, siam ripartiti con Giuseppe – e arrivando alle nostre capanne, di nuovo My name is Muhhammed gli ha dato acqua e, soprattutto, un pezzo di carne e hop, via, il miracolo, Giuseppe è ripartito, e – My name is men fadl-ak – per favore, per sempre, anche se ci sono già tre grossi cani. E Muhhammed sorride. Va bene.

Questa insomma è la storia di Giuseppe, il piccolo cane giudeo-musulmano, cioè di nuovo la vita, la morte, uno sì, e se un attimo prima, l’altro no, forse, esitando, e poi, il destino, il caso… come mai ? avrebbe potuto morire, anzi no, era praticamente morto, e invece per caso, o meglio My name is inch’allah, l’ho incontrato io, ed è vivo, e di giorno corre esplora e gioca con gli altri tre grossi cani. A lungo mi sono chiesto come mai di notte dormisse nella capanna di Muhammed, e non nella nostra : il pezzo di lahma (My…) che Muhammed per primo gli diede vale più della vita che io gli ho salvato ? O forse sapeva, meglio di noi, che dovevamo partire.

È avvenuto un giorno, senza preavviso. My name is Madame ed io ci siamo lasciati alle spalle il grande sentiero dei cammelli e ci siamo avviati verso la grande strada asfaltata delle macchine. Ci hanno accompagnato sino al limite estremo, là dove la sabbia lambisce il catrame, per poi lasciarci là, prima che arrivasse l’autobus, per poi tornare indietro – senza parlare. Così, in ultimo, mentre si allontanavano insieme, li abbiamo visti di spalle : i tre grossi cani, Mahmoud, Muhammed e Giuseppe. Ed io non so aggiungere altro – tranne di aver pensato che non avevo mai chiesto quale is My name del mare.

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***

Ora / Maintenant

Le due storie, uno e due, stanno qui insieme, a dire di un tempo e di uno spazio armoniosi, alba mai esistita dell’umanità (è nostalgia del futuro), quando appunto i nomi si potevano pronunciare per intero, senza tema di offendere alcuno. Se invece di un racconto – di un ricordo, o di un sogno, je ne sais avessi scritto un saggio, un articolo, avrei cercato di spiegare come quel villaggio, al centro dei confini dell’antico centro del mondo, poi lontana periferia, in cui coabitavano come di nascosto nei lunghi e sonnolenti giorni di ogni giorno, come in un pezzo di eden dimenticato, musulmani, cristiani, ebrei, sia diventato un inferno di fuoco.  CIMG0256

Les deux histoires, un et deux, sont ici ensemble, pour dire un temps et un espace harmonieux, une aube qui n’a jamais eu lieu (nostalgie du futur), quand on pouvait prononcer les noms en entier sans crainte d’offenser personne. Si, au lieu d’un récit, d’un souvenir, ou d’un rêve, je ne sais, j’avais écrit un essai, un article, j’aurais essayé d’expliquer comment ce village, au carrefour des frontières qui délimitent l’ancien centre du monde, devenu lointaine périphérie, où Chrétiens, Juifs et Musulmans cohabitaient, presque en cachette, pendant les longs jours somnolents d’un Eden oublié, a pu devenir un enfer (de feu). En montant dans le bus, au moment de partir, My name is Madame et moi, nous ne savions pas que nous ne reverrions plus ces lieux, ces gens, le petit chien Giuseppe. My name is Madame, c’est Sophie Jankélévitch,  elle a aidé le texte français à prendre forme, elle est aussi l’auteur des photos, et je l’en remercie.