Israel Mota Berriozábal y la frontera entre la naturaleza y la esquizofrenia. Una obra pictórica.

Angel Mota Berriozábal

 

A dieciséis años de su desaparición, resulta arduo recuperar la obra pictórica de Israel Mota. Una obra hecha en el anonimato, en el fuero de una habitación donde lidiaba con la esquizofrenia y en una sociedad violenta y caótica que acabó por tragárselo. Aun así, la labor de rescatar sus pinturas surge como una necesidad de cara al olvido, a los rasgos del tiempo, los que van aniquilando todo lo que se ha hecho. Volver a su arte pictórico en estas breves páginas, es como una labor arqueológica, en donde la memoria y los restos del pasado deben ser sacados de la tierra, de las piedras, tal vez porque no solo veo esto como una necesidad memorial, siendo hermano suyo,  sino sobre todo por lo que considero la necesidad de rescatar el valor artístico de lo que plasmó Israel.

Nació en la Ciudad de México, en 1973. Comenzó a forjar su vida artística en Coyoacán, el barrio de artistas y escritores como Octavio Paz, Diego Rivera y Frida Khalo. Con pocos medios económicos para una carrera que requiere muchos, en 1988 intenta estudiar en el Cuec (Centro universitario de estudios cinematográficos) pero no lo aceptan, por ello enfocó su vocación a estudiar fotografía como modo indirecto de hacer cine. En esos años es testigo y seguidor de exposiciones y eventos organizados en sitios que se volvieron espacios de gestación de todo un movimiento artístico de los años noventa, en la Ciudad de México: (Temístocles 44, La Quiñonera, La Panadería).

 Comienza a fotografiar así los espacios vacíos y tórridos de la urbe, y, a manera de testimonio, a los indígenas que viven en la ciudad así como el entorno cultural (obras de teatro, grupos de rock, bailarines, etc.) de los artistas de aquellos años. Sus grandes influencias fueron sin duda alguna los fotógrafos legendarios de México; Gabriel Figueroa, Tina Modotti y Manuel Álvarez Bravo. Ganó un par de concursos de fotografía a nivel nacional. En este contexto Eugenia Macías Guemán, curadora del Museo de Arte Moderno de la Cd. de México me escribió:

“En el momento en que Israel Mota está comenzando a producir obra y experimentando las herramientas de diversas disciplinas artísticas, en México y principalmente en la capital, están surgiendo distintos espacios de experimentación y difusión de artistas emergentes.
Como antecedentes de estos espacios están la 1ª. Y 2ª. Bienal de La Habana en 1984 y 1986, que se constituyeron espacios de creación de nuevas comunidades artísticas trasnacionales con la participación de importantes personajes artísticos e investigadores como: Ana Mendieta, Luis Camnitzer, Coco Fusco y Gerardo Mosquera entre otros.
Esta nueva dinámica se alimentó con la presencia de extranjeros en la Ciudad de México, nutrido y renovando procesos artísticos y de divulgación como: Juan Francisco Elso, José Bedia, Michael Tracy, Thomas Glassford, Francis Alÿs, Melanie Smith, Ulf Rollof, Eugenia Vargas,  que enriquecieron un panorama conducido hasta entonces por el movimiento de los grupos (Tepito Arte Acá, SUMA) con artistas como Hersúa y Adolfo Patiño, entre otros, que venían trabajando desde la década de 1970 y artistas jóvenes emergentes como: Yoshua Okon, César Martínez, Miguel Calderón, Gabriel Orozco y Teresa Margolles (la obra de esta última está ahora en exposición en el museo de arte contemporáneo de Montreal, con mucho éxito), entre otros.”

Mujer a memorias

 

Cerca del 1993 Israel se inclina al uso excesivo de drogas como la mariguana y el peyote, a raíz de un descalabro amoroso y de los frenos que la sociedad artística de México (en manos de artistas de familias adineradas y de una plutocracia) le impide acceder a los ámbitos más relevantes. De ahí que empieza a demostrar signos de esquizofrenia, originada –afirmaron los médicos− por todas estas circunstancias. Se le internó en un hospital psiquiátrico. Desde esos años, en torno al 1994, Israel desapareció del entorno artístico y, encerrado en su casa  comenzó a pintar, como a escondidas, como necesidad y como uno de los pocos modos de expresar su deseo de hacer arte. Esa es la obra de la que quisiera conversar y mostrar aquí. Una obra que pintó sin que yo o la mayoría de las personas en torno a él supieran de ello. De ahí infiero que jamás pensó en exponer, vender o difundir sus obras, lo hacía como necesidad de vida.

De este modo, es fácil observar que su obra refleja un deseo y necesidad de trasmitir esa lucha entre la serenidad y la enfermedad,  una pugna que se libró en la frontera entre la naturaleza que apacigua y los seres que lo persiguen, como un salto entre imágenes y sensaciones, miedos y astucias con los que tuvo que lidiar hasta su desaparición. Observo así que en sus pinturas aparecen cuatro temas recurrentes; la naturaleza vista desde el microcosmos, la sexualidad, la mitología huichola e hinduista, y las visiones de miedo y de seres fantásticos concebidos desde la enfermedad.

Por lo que respecta  a la naturaleza del microcosmos, Israel pinta con crayola, pastel o acuarela sobre papel o cartón hojas, insectos, mariposas, pero los hace amplios, los dota de vida sobre el papel. Es decir, lo pequeño se vuelve enorme y toma todo el espacio de la hoja en vez de ser una parte efímera o inexistente de la representación de un paisaje o de la narración de un ámbito natural. Hay así una sublimación de lo microscópico, como si su ojo desease retratar lo invisible a nosotros, lo que dejamos de lado en nuestro paso cotidiano y consideramos incluso como molesto; abejas, grillos, moscas. Israel vivifica las hojas, los árboles en su corteza, en la textura de las hojas, como una necesidad casi de transubstanciación en el objeto retratado, como si la mariposa o el ser minúsculo perteneciese a un mundo fantástico al que hay que acceder y que dialoga con nosotros, con el universo.

Mujer mariposa

 

Vemos, por ejemplo, en la pintura “La mujer Mariposa” cómo el insecto tiene rostro, brazos y piernas de mujer. Es un ente cuya representación desea mostrar la creencia de Israel en lo que se esconde en lo aparente; lo aparente a los ojos del paseante. Es una mariposa que puede fungir el rol de diosa o tal vez de nahual, según la tradición huichola, es decir de ser que nos acompaña en el desierto, en el bosque para  nuestra protección o pérdida. Y en imagen contraria, hay otra mariposa, más real a nuestros ojos: “Detalle de una mariposa”, cuyos tonos y figura denotan una especie de ternura, de delicadeza en los trazos, tenue en el color y de ahí que si bien no se da una connotación escatológica huichola, sí la de un ser con extrema relevancia, en su entereza. Lo cual obedece a la filosofía del Bhagavad-Gita, libro muy preciado por Israel. El insecto así, como los demás de su obra se transforma en un todo y el artista y nosotros en el insecto, como Kafka. La obra se vuelve un espejo de nosotros. Cada uno de nosotros puede volver a la forma animal o de insecto, según el hinduismo y los huicholes. Vemos así árboles con vida y seres amorfos o fantásticos dentro de ellos, como un ciclo de vida circular del que somos parte y cadena.

Mariposa

 

 

 

 

 

Esto nos vincula al otro tema de su obra; la feminidad como modo sexual y escatológico de preservar este ciclo y la metamorfosis. Dos obras me llaman la atención a este respecto; “La mujer de agua” y “La mujer y los peces.” Un par de sus pinturas más interesantes, a mi ver. En ellas se ve cómo los peces tienen un roce sexual con las mujeres. En una el pez fecunda el sexo femenino, la mujer que representa el agua y a la vez la mujer fecunda el agua con sus cabellos, al recibir la luz de la luna; un ciclo “cósmico” cuyo valor reside en la delicadeza de los trazos, en el tono sugerido de lo claro a lo oscuro del azul. En la otra, con otro estilo, vemos lo delicado de los peces que abrazan en movimiento los senos de la mujer y cubren su rostro. Un arte en movimiento, y de vuelta a la naturaleza.

Mujer de agua

 

De ahí que recuerde que para Israel, dicho en las múltiples conversaciones que tuve con él, en su enfermedad:

“La naturaleza es lo más sagrado, lo más importante. La ciudad me caga, no es lo mío. Yo quiero vivir entre los cactus, el desierto, los animales, los indígenas donde está la verdad, donde está el poder de Dios.”

la mujer y los peces

 

 

 

 

 

 

Es claro que la naturaleza adquiera a sus ojos la noción de trascendencia, de omnisciencia que rige nuestros sentidos, nuestros pasos y en este caso concreto un  medio de salvación a su esquizofrenia. En la esquizofrenia lo microscópico es el único modo de sobrevivir en el caos y violencia del mundo. De ahí que tal vez, esos seres dentro de  los insectos que pinta, su metamorfosis en insecto, las mujeres agua, es labor de quien huye, escapa y se refugia en otra forma, como las metamorfosis de Ovidio.

Al interior del insecto

 

 

 

 

 

En la obra de Israel se ve claramente también la presencia de entes demoniacos, fruto de su esquizofrenia. Según todo estudio sobre el caso, los esquizofrénicos imaginan seres que los amenazan, los persiguen, oyen voces terribles y gritos. Ejemplo “le grito” de Munch. Israel pinta una serie de personajes muy similares al de Munch, como los de la serie: “los gritos.” Personajes, de diversos colores, que demuestran el pavor que vive un enfermo mental con estas condiciones. Sus cuerpos deformados denotan el deseo de mostrar todo ese complejo nudo de sensaciones que se sufre en las visiones y de un punto de vista artístico y un gran manejo de la forma. Con colores fuertes y exaltados, como las pinturas de Van Gogh, otro esquizofrénico. Una textura que tiene que ver más con los percibido en su consciente e inconsciente que con lo visto a flor de piel.

Serie "Los gritos"

 

Serie "Los gritos"

 

 

 

 

 

 

 

A este respecto, una de sus obras que considero más relevantes es “Guerra”, por la magnificencia de trasposición y yuxtaposición de los colores; rayas en negro y otros tonos. Logra hacer contrastar lo oscuro en una hoja de papel, transparentado los diversos estados del alma, a rayas y formas abstractas, como en el automatismo de Riopelle o de Borduas, en Quebec. GuerraEl inconsciente le juega la broma de acosarlo para hacer una obra de arte, ese mismo inconsciente que le facilita la labor de hacer una obra como “serenidad,” también automatista, pero con otro tono, desde la paz interna, en ese conflicto y frontera que vivió día con día.

 

 

 

Serenidad

Uno de los efectos más interesantes que observo en su obra es la intensidad de los colores y la forma de los seres. Lo cual se acerca mucho al fauvismo de Matisse y Bracque. En donde, recordemos, no importa casi nada la forma verás del objeto o ser retratado sino el color y los tonos de la pintura que reflejen la sensación y lo que ese ser u objeto esconde. Noción que se vincula muy bien al arte huichol. Lo cual no es una coincidencia. Recordemos que el fauvismo  se inspira de las culturas “arcaicas” como las de Oceanía, África, Perú, e incluso de los tejidos coptos del antiguo Egipto para plasmar personajes y paisajes. En los tejidos coptos, por ejemplo, que tanto apreciaba Matisse, notamos la omnipresencia de lo simbólico en la representación de dioses o seres mitológicos, pero confeccionados de una manera casi caricatural, con formas geométricas, desproporcionados y con vivos colores. Lo mismo hace Israel, pero bajo la influencia del arte huichol y del hinduismo. En el fauvismo, el arte no es lo que representa sino lo que puede decir, tal y como la obra de Israel, en el fauvismo los tonos y colores, su intensidad remplazan los efectos naturales de la luz, así como el deseo de producir la ilusión de realidad en la obra.

El vínculo con el fauvismo se confirma si recordamos que André Breton, Antonin Artaud, exponentes vitales del surrealismo, tuvieron una fuerte influencia de Matisse, viajaron a México y se nutrieron del arte indígena mexicano. André Breton mismo dijo alguna vez que “México era el país más surrealista del mundo” y esa influencia la llevó a Francia y Francia influyó a México en las artes. Una retroalimentación. Artaud llevó sus ideas del surrealismo y nuevos conceptos del cine y teatro en su viaje a México del 1936. Y a su vez el arte huichol, el peyote mismo que consumió Israel, y las culturas tarahumaras del México del norte, influyeron en este escritor y artista francés. El cual a su vez impregnó el imaginario de la generación de artistas mexicanos del 36 y posteriormente de Israel. Un vaivén de ideas y nociones artísticas y escatológicas. No olvidemos que Israel se movió en un ámbito artístico de Coyoacán donde la influencia principal era Frida Khalo y su escuela, y Frida Khalo confluyeron en ideas, nociones y debates con Breton y Artaud, amigos suyos.

No es una casualidad que Israel como estudiante de arte, con el manifiesto de Breton en su biblioteca y un libro sobre el surrealismo, Frida Khalo y amigos, tenga una relación estrecha con lo que llamaré un arte mexicano con resonancias “neo fauvismo” y “neo surrealismo.”

Es así que veo la plástica de Israel es, con la esquizofrenia, como un arte neofauvista y neo surrealista con una memoria del miedo; la de los seres que lo persiguen, una memoria de seres fantásticos que lucha en la intensidad de sus colores y formas, la memoria busca el ciclo de la mitología huichola, en la naturaleza, en la sexualidad, ahí donde Israel siempre quiso vivir, y de donde no quiso salir. Donde tal vez murió y de cuyo mundo ahora es parte. Tal y como lo pensó en sus obras. Entró en ese submundo sublimado, entre fronteras de estado del alma, por medio del arte.